El club Portsmouth fue incapaz de mantener el nivel de deudas.
Raúl Fain Binda
BBC Mundo
Los clubes de fútbol en la liga más rica del mundo, la inglesa, están expuestos al riesgo de todos los ricos que administran mal sus asuntos.
El proceso puede ser el mismo: excesivo endeudamiento, dispersión de recursos, crisis de ingresos, colapso de financiación y cesación de pagos.
Esto es lo que le ha ocurrido con el Portsmouth FC, llamado Pompey, un club fundado hace 112 años en la ciudad portuaria al sur de Inglaterra.Lo inquietante es que otros clubes de la Premier League, incluso de los más poderosos, también atraviesan dificultades derivadas de una gestión administrativa que un auditor razonable consideraría insostenible.
Semejanzas y diferencias
En el fondo hay bastante semejanza entre la crisis del Pompey y las que atravesaron, o atraviesan, bancos y empresas multinacionales.
Otros clubes de la Premier League, incluso de los más poderosos, también atraviesan dificultades.
La diferencia, y es una gran diferencia, es que el club, como institución, y sus empleados y acreedores, como individuos, pagarán los platos rotos, mientras que en la mayoría de los casos de bancos y grandes empresas los gobiernos han intervenido para socorrerlos y prevenir un desastre mayor.
La administración y las deudas del club serán reestructuradas por el interventor judicial, o sea que muchas de las 600 personas que en forma directa o indirecta trabajan para el Portsmouth, así como numerosos pequeños empresarios, perderán sus puestos o gran parte de sus créditos.
Virtual condena
La decisión de intervenir el club, en vez de liquidarlo, presupone que, como empresa, es viable y puede ser rescatada con una reestructuración.
El problema es que las normas de la Premier League contemplan, en este caso, una pérdida de nueve puntos de los obtenidos en esta campaña, que ha sido pobre, lo cual es una virtual condena a la segunda división.
Y si al finalizar la temporada, o al comenzar la próxima, el club no llega a un acuerdo con sus acreedores, sufrirá otro recorte de por lo menos 15 puntos, con lo cual quedará al borde de la tercera división.
Esta situación hará recapacitar a los interesados en adquirir el club, todos ellos, según los primeros informes, individuos o empresas extranjeras cuya motivación básica, supuestamente, es el lucro.
Negocio
En realidad, esta situación es una de las tantas consecuencias de la transformación de los clubes deportivos, que nacieron como forjas del espíritu comunitario de sus respectivas localidades y que, ahora, deben satisfacer la ambición económica o de megalomanía de sus propietarios.
En riesgo están 110 años de historia del Porstmouth.
Hasta hace poco tiempo era común el espectáculo, reconfortante, de un millonario que adquiría el club de sus amores infantiles o de la ciudad de adopción y emprendía una aventura que, a veces, podía terminar en gloria.
Esto ya es muy difícil, como lo prueban el colapso del Leeds United y las penurias del Newcastle United y el Middlesbrough, entre otros casos.
Esta es la época del especulador, sin apegos sentimentales con los colores, que privilegia, como es su derecho, la inversión y la satisfacción personal.
Varios clubes de la Premier League inglesa son ahora de propiedad de extranjeros, pero conviene distinguir entre los cresos, dispuestos a invertir dinero propio, capitalizándolo en acciones, y los empresarios que financian adquisiciones con préstamos y cargan la deuda a los clubes.
Roman Abramovich (Chelsea) y el jeque Mansour (Manchester City) están en una categoría, mientras que George Gillett y Tom Hicks (Liverpool) y la familia Glazer (Manchester United) figuran en la otra.
Resultados, dinero, jugadores
En casi todos los casos, los clubes han sufrido el encarecimiento de los contratos de sus jugadores, al que ellos mismos contribuyen, en su desesperación por mejorar el rendimiento deportivo.
Es que un club de fútbol es muy diferente a cualquier otra empresa, aunque se pretenda sacarle una renta como si fuera una fábrica de clavos.
Sin buenos resultados es muy difícil atraer al público y a los patrocinadores, que son los clientes; pero sin buenos jugadores no hay buenos resultados, y sin dinero no hay buenos jugadores.
Esta realidad ha desencadenado en las grandes ligas europeas un proceso de concentración del capital humano, de los ingresos y de los recursos, que ha tenido su reflejo inverso en el colapso del Pompey.
En problemas
También se debe tener en cuenta una decisión política de las autoridades de la Premier League: en qué situación socorrer a clubes en dificultades.
Algunos comentaristas dicen que los clubes y la Premier League deberían proteger a la sociedad de este tipo de situaciones, derivadas de la falta de controles, en comparación con otros países, como Alemania, por ejemplo.
Según este punto de vista, si la liga hubiera facilitado al club los fondos para pagar los impuestos (12 millones de esterlinas), podría haber normalizado la situación, quedando en libertad para castigar luego la irresponsabilidad del club y recuperar los fondos.
Este argumento sugiere que influyentes comentaristas han llegado a la conclusión de que el sistema actual, en el que las autoridades se lavan las manos de las consecuencias de la mala administración de los clubes, contribuye a enrarecer la atmósfera de transparencia.
Otros columnistas han señalado que, si no se pone riendas a los gastos excesivos, que distorsionan la administración, se abrirá la posibilidad de que otros clubes acudan a la justicia, pidiendo reparación por sus derrotas ante rivales "que trampearon con jugadores demasiado caros para ellos".
Y esto será mucho más que un simple llamado de atención, porque un fallo en contra de un club "tramposo" o "irresponsable" desencadenaría el caos en cualquier liga, por rica que sea.