Estamos rodeados trabajadores obsesionados con que llegue el fin de semana, empleados frustrados que sufren porque cobran menos de lo que esperan, porque son despedidos y viven estresados.
Sin embargo en un período como el actual lo que necesitamos son personas imprescindibles, profesionales provocadores que ofrezcan ideas originales, que controlen su miedo y que se atrevan a transformar su entorno.
Las características que definen a estos individuos son la proactividad, la tenacidad, la creatividad y el compromiso aunque, si no son apuntaladas por la visibilidad social, perderán parte de su brillantez. “Por eso, es fundamental que todo empleado dedique parte de su jornada laboral a su venta personal.
No sólo se trata de ser bueno en lo que haces, sino de ser capaz de aparentarlo”, explica Alfonso Jiménez, socio director de PeopleMatters.
En este sentido, según estima Jesús Vega, escritor y conferenciante, es recomendable que el profesional invierta al menos un cinco por ciento de su agenda diaria en la gestión de su carrera laboral participando en foros públicos, dando clases, escribiendo artículos, administrando su red de contactos, etcétera. “Ningún profesional desarrolla una trayectoria brillante dedicándose exclusivamente a su trabajo”, insiste Vega, para el que “las personas que desempeñan sus funciones en los departamentos más burocráticos están incluso más obligadas a buscar esta notoriedad”.
Algunas personas establecen una estrategia de posicionamiento a corto plazo -y de corto alcance- mediante la búsqueda constante de la sintonía con el jefe. El hecho de que este tipo de situaciones sean toleradas en el seno de la organización no solo atañe al empleado sino que, ante todo, para estos expertos es un síntoma de falta de madurez directiva. Por contra, el profesional que verdaderamente es una pieza clave para su equipo aporta valor con tácticas honestas. “No sólo hace bien su trabajo, sino que transmite una imagen óptima de la compañía en la que está contratado, forma al resto de sus compañeros, contribuye a la creación de un clima laboral apropiado y no genera resistencia a los cambios, entre otros aspectos”, explica Alfonso Jiménez.
Desde su punto de vista, estas personas están muy concienciadas de que son ellas -y no el mercado- quienes deciden sobre su futuro profesional y quienes, en consecuencia, venden su tiempo, sus ideas y su esfuerzo a la organización que se comprometa a darles cierta autonomía. La retención de este tipo de perfiles no sólo pasa por una adecuada compensación económica, sino que depende en gran medida del llamado salario emocional. “De hecho sacrifican hasta un 20 por ciento de su sueldo a cambio de flexibilidad horaria, un buen clima laboral, etcétera”, dice Jiménez.
En cualquier caso, para Andrés Pérez “lo revolucionario sería que el resto de la plantilla comprendiera que las estrellas no son personas genéticamente especiales, sino compañeros que, simplemente, han aprendido a hacer bien su trabajo”.
Fuente: Tamara Vázquez, de Expansión & Empleo
The paradox of insular language
Hace 1 año
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